Hotel Mansión Alcazar, Cuenca, Ecuador.
Bolívar 12-55 y Tarqui, Simón Bolívar, Cuenca EC01011000, Ecuador
Este magnífico hotel está localizado en el centro histórico de Cuenca, una encantadora ciudad colonial del sur de Ecuador surcada por dos ríos y rodeada por los Andes. El hotel, que es relativamente pequeño y de tipo “boutique”, ocupa un antiguo palacete del siglo XIX restaurado y decorado con el más exquisito gusto, tiene uno de los mejores restaurantes de la ciudad (o del cualquier parte), está a un corto paseo de la plaza central y de los principales puntos de interés turístico de la ciudad y hace honor a su nombre con un ambiente de verdadero refinamiento.
Llegamos al Mansión Alcázar por casualidad. Habíamos reservado habitaciones en otro hotel de la zona y nos encontramos, al llegar, que habíamos puesto las fechas equivocadas y que el hotel que habíamos inicialmente escogido no tenía habitaciones disponibles esa noche. La recepción nos recomendó el Mansión Alcázar, describiéndolo como “el mejor de la ciudad”. No sé si esto será cierto o no, pues no investigamos ningún otro hotel, pero si nos queda claro que el Mansión Alcázar es uno de los hoteles más cómodos, bonitos y refinados que hemos conocido en ninguna parte del mundo.
Desde que cruzamos el enorme portón de la entrada nos encontramos con un nivel de servicio inmejorable y personalizado, sin llegar a ser molesto o pretencioso, y una atmosférica arquitectura colonial de patios, jardines y aposentos con altos techos y ventanas y balcones con adornos de madera torneada bien adaptada a las comodidades de la vida moderna y decorada con el mejor gusto. Nos tropezamos más tarde, por casualidad, en el acogedor bar del hotel con decorador que, para nuestra sorpresa, resulto ser un estadounidense con residencia en San Diego, California.
Después del área de recepción se cruza un elegante patio de estilo colonial/andaluz cubierto por una cristalera y rodeado de galerías y cómodos rincones, ideales para sentarse a conversar, tomar una copa o leer un buen libro. La mayoría de las habitaciones dan un bonito jardín tropical al que también da el restaurante, construido dentro de una especie de terraza encristalada o invernadero, con vista a la exuberante vegetación y siempre decorado con flores frescas.
La habitación, decorada en el estilo colonial, nos transportó al estilo de vida de una familia pudiente del siglo XIX con sus antiguas lámparas de cristal, sus ventanas con barrotes torneados por los que se encaramaban las enredaderas y su cama con dosel. Por supuesto, había todo tipo de comodidades modernas “invisibles”. El hotel tiene wifi, el banyo era amplísimo y tenía todo tipo de “amenidades” y un televisor de plasma y alta definición se ocultaba dentro de un añoso armario. El nivel de atención a veces resultaba un poco curioso. Sobre los batines personales colocados sobre la cama había una capa de pétalos de rosa y, cuando abrí la tapa del inodoro, me encontré que este también estaba lleno de pétalos de rosa; algo que me hizo pensar, inicialmente, que no estaba limpio.
El restaurante, Casa Alonso, no sé si será el mejor de la ciudad, porque tampoco fui a todos, pero sí puedo decir con total tranquilidad que es estupendo y que comimos tan bien como podríamos haberlo hecho en un restaurante afamado de cualquier gran capital. Desayunamos magníficamente y con vista al jardín, disfrutando de las frutas locales y de platos hechos a la orden y cenamos, en dos ocasiones, mezclando platos de la cocina tradicional ecuatoriana con algunos otros de la cocina internacional.
El Mansión Alcázar resulta un poco caro en comparación a la mayoría de los hoteles Ecuador, ya que el precio de la estancia gira alrededor de unos $130 a $150 (100 a 120 euros) por noche, pero pensamos que el hotel bien vale el precio. Un hotel con un nivel de elegancia y servicio similar en una ciudad europea o norteamericana valdría cuatro o cinco veces más y dudo que tuviese el mismo encanto y una atmosfera tan especial sugerente de una mansión aristocrática de la época.
La gerencia del hotel nos comentó que piensan expandir el hotel a un edificio próximo, también de la misma época, y añadir una piscina. Hay servicio de comunicación con el aeropuerto (aunque los taxis en Cuenca son muy económicos y la ciudad relativamente pequeña) y el personal de recepción, que es más que amable, está siempre dispuesto a dar información sobre puntos de interés turístico o sobre los mejores lugares para comprar artículos locales, incluyendo los famosos sombreros de “Panamá” que, curiosamente, se hacen en Cuenca, Ecuador, y no en Panamá.
Si tiene la oportunidad, no deje de visitar esta bonita ciudad, a solo unos 30 minutos de vuelo de Quito (o a unas 6 horas de carretera muy escénica, via la famosa “Avenida de los Volcanes”) y aproveche, si va a Cuenca, para pasar unos días en este hotel tan especial. Estará muy a gusto y se llevará un magnifico recuerdo.
JP
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